Eso es lo que dice nuestra Constitución Española, en cuyo Preámbulo se lee:
La Nación española deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama su voluntad de:
Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución
y de las leyes conforme a un orden económico y social justo.
Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley
como expresión de la voluntad popular.
Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio
de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones.
Promover el progreso de la cultura y de la economía
para asegurar a todos una digna calidad de vida.
Establecer una sociedad democrática avanzada y
colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas
y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra.
La Nación española deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama su voluntad de:
Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución
y de las leyes conforme a un orden económico y social justo.
Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley
como expresión de la voluntad popular.
Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio
de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones.
Promover el progreso de la cultura y de la economía
para asegurar a todos una digna calidad de vida.
Establecer una sociedad democrática avanzada y
colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas
y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra.
Un texto precioso, qué duda cabe.
Lástima que para algunos sea un texto con el que se puede frivolizar. Y lástima también, que determinados ciudadanos -engañados o no bajo falsas promesas de lo que supone separarse del resto de españoles- se planteen, precisamente ahora, intentar quebrar la Constitución, una de las pocas cosas admirables que le queda a este país (pretensión que no sólo es una ingenuidad, sino una falta de solidaridad democrática, que tras sus aparentes intereses ideológicos, lo que hay son intereses puramente económicos).
El otro día asistí a un acto en el que -para formalizarse- había que (jurar o) prometer fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las Leyes, por este orden; y, como no era momento ni lugar para discutir los pormenores de ese trámite burocrático, la protagonista prometió (que no juró) sin entrar a valorar la decadente Monarquía con la que cada vez más españoles se sienten indignados; cuando quizá sería mucho más acertado que el ciudadano en un acto así -da igual para qué cargo- estuviera obligado a prometer ser solidario con sus semejantes.
Pues no olvidemos que lo que hoy está salvando a este país es el Pueblo:
la solidaridad del pueblo español.
Un pueblo cansado, agotado, harto, desconcertado y angustiado, en el umbral de la pobreza y sin esperanza de futuro que, aún así, es capaz de sacar fuerzas de flaqueza, sobreponerse al desánimo y movilizarse, y no sólo por su propio interés individual, también por el general: por sus familiares que no tienen trabajo, por sus amigos que lo están pasando mal, por sus vecinos para evitar que les deshaucien o por todos aquellos desconocidos que no reciben nigún tipo de prestación social.... Justo lo contrario que los bancos y los especuladores, a los que políticos, gobernantes o Iglesia... no dejan de rendir pleitesía, obviando no sólo lo que dice la Constitución en su Preámbulo, sino también lo que explicíta en su Título Preliminar, Artículo 1.2.:
Lástima que para algunos sea un texto con el que se puede frivolizar. Y lástima también, que determinados ciudadanos -engañados o no bajo falsas promesas de lo que supone separarse del resto de españoles- se planteen, precisamente ahora, intentar quebrar la Constitución, una de las pocas cosas admirables que le queda a este país (pretensión que no sólo es una ingenuidad, sino una falta de solidaridad democrática, que tras sus aparentes intereses ideológicos, lo que hay son intereses puramente económicos).
El otro día asistí a un acto en el que -para formalizarse- había que (jurar o) prometer fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las Leyes, por este orden; y, como no era momento ni lugar para discutir los pormenores de ese trámite burocrático, la protagonista prometió (que no juró) sin entrar a valorar la decadente Monarquía con la que cada vez más españoles se sienten indignados; cuando quizá sería mucho más acertado que el ciudadano en un acto así -da igual para qué cargo- estuviera obligado a prometer ser solidario con sus semejantes.
Pues no olvidemos que lo que hoy está salvando a este país es el Pueblo:
la solidaridad del pueblo español.
Un pueblo cansado, agotado, harto, desconcertado y angustiado, en el umbral de la pobreza y sin esperanza de futuro que, aún así, es capaz de sacar fuerzas de flaqueza, sobreponerse al desánimo y movilizarse, y no sólo por su propio interés individual, también por el general: por sus familiares que no tienen trabajo, por sus amigos que lo están pasando mal, por sus vecinos para evitar que les deshaucien o por todos aquellos desconocidos que no reciben nigún tipo de prestación social.... Justo lo contrario que los bancos y los especuladores, a los que políticos, gobernantes o Iglesia... no dejan de rendir pleitesía, obviando no sólo lo que dice la Constitución en su Preámbulo, sino también lo que explicíta en su Título Preliminar, Artículo 1.2.:
"La Soberanía reside en el pueblo español,
del que emanan los poderes del Estado."
del que emanan los poderes del Estado."
Los gobernantes parecen haber olvidado que su poder no es suyo. Que éste no proviene de un ente divino, sino de cada uno de los ciudadanos que les ha votado y que el dinero con el que paga (o hasta ahora ha pagado) los impuestos, es el dinero con el que -la mayoría- de ellos se ha forrado.
Y hacen mal en olvidar lo que dice la Constitución... Al igual que aquellos catalanes que quieren la independencia pero que, dmientras siguen disfrutando de los privilegios democráticos como todos los demás siguen obviando lo que dice Constitución en el Artículo 3.:
"El castellano es la Lengua oficial del Estado.
Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla."
Ese todos, les incluye a ellos en sus deberes y a los 'demás españoles' en nuestros derechos, porque a veces, cuando uno -estando allí- no habla catalán, parece que está cometiendo un delito o, cuanto menos, que está siendo maleducado, cuando en realidad, es justo lo contrario: el que tiene el deber de conocer el castellano es el catalán, y los demás tenemos el derecho legítimo de usar el castellano, incluso en Cataluña. Por suerte, frente a la persistente y peligrosa insolidaridad de la mayoría de gobernates y la gratuita y absurda intolerancia de algunos ciudadanos, se extiende por todo el país una creciente solidaridad de cientos de miles que con su pertinaz esfuerzo y sus logros consiguen hacer realidad nuestros deseos.
Y a eso yo lo llamo una forma de amor.
Un amor verdadero, imprescindible, una clase de amor en mayúsculas que dota al solidario de una dignidad que no sólo debería ser reconocida públicamente, sino de la que muchos -cargos públicos y ciudadanos de a pie- deberían aprender. Porque es muy posible que incluso los insolidarios pronto necesiten a los solidarios y quizás antes de lo que creen.
Y a eso yo lo llamo una forma de amor.
Un amor verdadero, imprescindible, una clase de amor en mayúsculas que dota al solidario de una dignidad que no sólo debería ser reconocida públicamente, sino de la que muchos -cargos públicos y ciudadanos de a pie- deberían aprender. Porque es muy posible que incluso los insolidarios pronto necesiten a los solidarios y quizás antes de lo que creen.
Por eso, desde aquí, mi reverencia, mi gratitud, mi homenaje a todos aquellos ciudadanos solidarios que sí lo son, en lo pequeño y en lo grande, en lo expecional y en lo cotidiano, para todos ellos este poema del poeta Luis Cernuda de su poemario La realidad y el deseo:
Gracias, Compañero, gracias
Por el ejemplo. Gracias porque me dices
Que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta,
Como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana
Eso es, gracias una y otra vez, por eso sólo me queda decir lo que Cernuda:
Estas líneas escribo
únicamente por estar contigo
(poetryandmore)
P.D. Por cierto, casualidades de la vida... Al escribir el otro día esta entrada sobre la solidaridad, no podía siquiera intuir que justo esta semana tendría la gran suerte de dar con alguien que, sin conocerme absolutamente de nada me haría un enorme favor después de hablar tan sólo un momento por teléfono, así sin más, por empatía, por generosidad. Se llama Ernesto García (de San Lorenzo de el Escorial, Madrid). Y no sólo me ha hecho un favor desinteresadamente, sino que además lo ha hecho con gracia, mándandome un poema 'versión libre' del Españolito que vienes al mundo de A. Machado (al hilo de la gestión que ha hecho por mí, y jugando con lo de las diversas Españas -y españoles- que hay en ésta..):
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios
de pedir un certificado
a otra administración.
Versionando, como digo, el poema original de Machado:
Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón
Ernesto no sólo me has confirmado, una vez más y en primera persona, que la solidaridad en mayúsculas existe, sino la actualidad de los Clásicos.
Gracias
(poetryandmore)
Muy bueno lo de mostrar la paradoja de la insolidaridad y solidaridad que se está dando. Te felicito por mostrar esa dicotomía.
ResponderEliminarTienes toda la razón! Viva la gente de la calle!
ResponderEliminarPor fin un texto politicamente incorrecto.Por fortuna la manida frase.cada pueblo se merece el gobieno que tiene hoy hay que cambiarla ,en España, por esta chusma que nos gobierna no se merece este pueblo. Yo me emociono al ver a los ciudadanos, de todo tipo y clase social, ocupar las calles, crear asociaciones y resistir insultos tan ignominiosos como ser llamados filoetarras.Pienso que la solidaridad es la bondad contra tanta maldad.
ResponderEliminarMuy bien Cernuda ¡¡pedazo de poeta¡¡,hoy injustamente olvidado.
Gracias por alegrarme los domingos. Salud compañera